MONTSERRAT Parte-I: Geología, fuerzas telúricas y ermitaños.
Hace 55 millones de años, la superficie de la tierra era muy diferente a la que es hoy. En el lugar donde hallamos la espectacular montaña de Montserrat había el delta de un gran río. Esta agua fluvial depositaba aquí los restos que habría llevado desde otros lugares, junto a barro, piedras, insectos, etc., que se iban sedimentando y con los años, secando y compactando, … y nuevos torrentes y restos volvían a repetir el ciclo en el mismo lugar.

Después, los movimientos de las placas tectónicas hicieron emerger la montaña de Montserrat, en la misma etapa formativa (hace entre 30 y 50 millones de años) que alzó los Himalayas, Alpes y Pirineos. Posteriormente, con la ayuda de viento, sol y lluvias se formó, a lo largo de unos cuantos millones de años más, el extraordinario relieve que hoy vislumbramos… y que sigue cambiando.
Una antigua leyenda cuenta que a la muerte de Jesús se creó la montaña, pues tal fue la conmoción de la Tierra. El nombre lo tomaría del relieve, pues Mont Serrat, significa monte serrado. Como dice el poema de Jacint Verdaguer de 1880, el macizo está “serrada por los ángeles”.
Existen en algunos puntos de la montaña, unas fuentes de agua, llamadas “las Mentirosas” dado que incluso muchos días después de no haber lluvias, estas siguen emanando. Esto da a entender que hay grandes corrientes de agua e incluso se ha especulado de la existencia de un lago que haría de depósito. Estas corrientes acuáticas junto a las formas tan abruptas de sus picos, propician emanaciones de energía telúrica a su exterior. Con ello se puede dar explicación a muchas leyendas sobre las propiedades de la montaña, no solo por su mágico relieve sino por sus dones de transformación de consciencia y sanación, en muchos casos considerados concesiones de la allí venerada virgen negra, llamada “la Moreneta” por tener este color en cara y manos.
Durante el siglo IX habría gran fervor en toda Europa para vivir como ermitaño, dedicándose quienes así lo elegían, a orar en total soledad y austeridad. Esta emblemática montaña, será también enclave para esta tradición, y se establecerán solitarios oradores viviendo en sus diferentes cuevas y recovecos. Posteriormente serán “regulados” bajo una comunidad: los Monos-Terios (agrupación de solitarios). El último en habitar Montserrat será el Padre Basili, fallecido en el año 2003.
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